ESPACIO DE REFLEXIÓN
METÁFORAS DE LA VIDA
Esteve Redolad
A
pesar de que nos gustaría poder compartir siempre noticias esperanzadoras y
positivas de los lugares en que vivimos y trabajamos, a veces la crudeza de la
realidad nos lo impide. Hoy escribo con pesar: hace unas semanas, en la carretera
que cruza por delante de Sabana Yegua, en la República Dominicana, ocurrió un
hecho trágico y macabro: un hombre mató de cuatro tiros a su amante y luego él
mismo se disparó en la sien acabando con su vida en el acto. Un acto terrible que
apunta de forma horrorosamente gráfica a otros cien casos de violencia machista
que se registran constantemente, de forma más callada, en esta sociedad.
La
triste ironía del destino hizo que para dos días más tarde hubiésemos convocado
en nuestro salón parroquial una charla sobre la violencia intrafamiliar,
organizada por el grupo de mujeres de la parroquia. Se trata de un grupo
pequeño pero lleno de vida y de propósito, que pretende precisamente liberar a
las mujeres del yugo de una sociedad machista que cuenta a sus víctimas no solo
en disparos, no solo en golpes, y maltratos físicos, verbales y psicológicos
sino también en el abandono escolar de miles de adolescentes que dejan su
educación al quedar embarazadas (el 20% de las
mujeres de 15 a 19 años y el 23% de las de 20 a 24 años). Otras víctimas son las incontables madres solteras, no por
voluntad propia sino por irresponsabilidad, manipulación y cobardía de unos
padres que cuentan con la aprobación tácita y factual de una sociedad machista
que los defiende con su silencio.
La
charla quería enseñar a las mujeres, y a los hombres, que también estaban
invitados, signos de posibles actitudes violentas, además de estrategias para
intentar escapar de la cárcel-inferno de la amenaza y el miedo. Pero el evento,
ese evento liberador, restaurador, iluminador para tantas mujeres que viven
atrapadas entre el temor y la ignorancia, se tuvo que cancelar, porque justamente
aquella tarde tuvo lugar en Sabana Yegua un mitin electoral multitudinario, y por
encima de las miradas valientes de las mujeres reunidas se elevaba el rugido ensordecedor
de decenas de motos que desfilaban en apoyo a un candidato político local.
Masas de gentes gritando, música a todo volumen, discursos encendidos, que tapaban
sin remedio, en otra metáfora inescapable, la voz de estas mujeres. Seguro que
entre estas masas efervescentes se encontraban otras mujeres con vidas
quebradas por hombres que confunden el amor con la propiedad, y la felicidad con
la autocomplacencia, y que seguro
estaban también dentro de la masa anónima. Y estas mujeres aplaudían y
gritaban entregadas a ilusiones ajenas y a las promesas convenientes de una
política paternalista y amiguista. Ante la imposibilidad de poder mantener un
diálogo a causa del ruido político de la calle, suspendimos la reunión.
Sin
embargo, volveremos a convocarla: regresarán las mujeres, tendremos la charla y
no dudamos que poco a poco, quizá muy lentamente, iremos logrando de que
nuestra presencia de Iglesia en esta sociedad también ayude a reducir, y
finalmente a eliminar, el horror de la violencia machista.
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