UN ADVIENTO SIN CEGUERA
Martí Colom
Hoy iniciamos el
Adviento, y una mirada a las lecturas de este primer domingo nos puede ayudar a
enfocar y a vivir de manera fructífera el tiempo de preparación para la Navidad
que ahora empezamos.
Tenemos, por un
lado, la voz optimista y confiada de Jeremías: «Mirad que llegan los días en
que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel… en aquellos días
suscitaré a David un vástago que hará justicia… en aquellos días se salvará
Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos». Por otro lado Jesús también asegura,
en consonancia con el profeta, que «se acerca vuestra liberación», pero su
mensaje es más matizado, pues antepone a esta promesa final una advertencia inquietante,
de resonancias apocalípticas: «Habrá signos en el sol y la luna y las
estrellas, y en la tierra angustia de las gentes… los hombres quedarán sin
aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo».
Jesús, más realista y sobrio que Jeremías, quiere ser quizá más honrado con
aquellos que le escuchamos, y nos dice: “sí llegará la paz, y es cierto que los
que buscan la justicia no quedarán defraudados… pero ¡ojo!, primero habrá
pruebas, conflictos, angustia y sufrimiento”. El Adviento no es, en otras
palabras, un tiempo de baja intensidad, huérfano de preocupaciones, durante el
cual lo único que se nos pide es que decoremos nuestros hogares con pesebres,
árboles y ornamentos navideños mientras esperamos la noche del 24 de diciembre
al son de villancicos, pretendiendo que vivimos en un mundo sin dolor. El
nacimiento ya próximo del Príncipe de la Paz no significa la desaparición
mágica de toda violencia. El niño, de hecho, nace cada año en un mundo herido
por ella.