jueves, 27 de junio de 2013

QUINTO ANIVERSARIO DE LA PASTORAL HAITIANA EN LA PARROQUIA LA SAGRADA FAMILIA DE SABANA YEGUA

El sábado 15 de junio se celebró el quinto aniversario del inicio de la pastoral haitiana en la parroquia La Sagrada Familia de Sabana Yegua. Como es bien sabido, República Dominicana cuenta con un gran flujo de inmigrantes haitianos. En el territorio parroquial viven alrededor de cinco mil inmigrantes haitianos, la mayoría indocumentados, que trabajan mayoritariamente en el sector agrícola y de la construcción. Los haitianos, que aportan a la República Dominicana una mano de obra no cualificada, sufren muchos abusos cuando tratan de abrirse paso en el país vecino. Debido a diferencias culturales, de idioma y a complejas circunstancias históricas y socio-económicas, el hecho es que existe en la sociedad dominicana un fuerte recelo hacia ellos, traducido a menudo en discriminación. Desde la Parroquia La Sagrada Familia se da prioridad al trabajo pastoral y social con la población haitiana y a su integración en el país, respetando su cultura y sus tradiciones. Por eso la celebración del aniversario de la pastoral haitiana es un evento significativo para toda la comunidad parroquial.



domingo, 23 de junio de 2013

VISITA DE LA ASOCIACIÓN NUEVOS CAMINOS A LOS PROYECTOS DE LA COMUNIDAD DE SAN PABLO EN LA REPÚBLICA DOMINICANA


Del 8 al 14 de junio la Comunidad de San Pablo en la República Dominicana recibió a Beatriz Mendoza y Dolors Navarro, de la Asociación Nuevos Caminos de España. Nuevos Caminos colabora desde hace diez años con proyectos de desarrollo de la CSP en la provincia de Azua. Beatriz y Dolors pudieron conocer de primera mano el programa de becas para estudiantes, el de saneamiento básico a través de letrinas, el programa de construcción y reparación de viviendas, los centros de nutrición infantil y de capacitación profesional, así como muchas otras iniciativas para mejorar las condiciones de vida de las personas de la zona. Su visita sirvió para fortalecer los vínculos de cooperación y amistad entre la ONG española que ellas representan y nuestra Comunidad. Queremos agradecer, desde aquí, todo el apoyo recibido por parte del equipo y los colaboradores de Nuevos Caminos. 


jueves, 13 de junio de 2013


ESPACIO DE REFLEXIÓN

Ni elitismo ni asimilación acrítica: levadura en la masa

Toda comunidad cristiana corre el riesgo de caer en un cierto “elitismo espiritual”. Creer que, ya que hemos decidido dejarlo todo y hacer del Evangelio nuestro programa de vida, “somos mejores” que los demás. Naturalmente, creernos superiores en virtud del mensaje cristiano, que nos invita precisamente a ser servidores y a descubrir a Dios en todo y en todos (¡no solamente en nosotros!) sería un desafortunado contrasentido. Y sin embargo, qué duda cabe que podríamos caer entonces en el peligro contrario: como no queremos ser elitistas ni separarnos de la realidad que nos rodea, nos integramos tanto en ella que acabamos diluyéndonos: en el proceso, tan propio del espíritu que promovió el Vaticano II, de “abrazar” el mundo, perdemos aquella originalidad, aquella singularidad que nos confería la fe audaz en el Evangelio. Somos tan “del mundo” que perdemos el espíritu crítico que nos daba el mensaje cristiano, y dejamos de aportar constructivamente un punto de vista propio, necesario. Creemos que nuestro empeño por no creernos “especiales”, porque realmente no lo somos, nos exige asimilarnos acríticamente en el contexto cultural, ideológico, político y social que nos rodea –y por el camino perdemos al Evangelio mismo.

Para evitar este segundo extremo se impone la siguiente reflexión: como seguidores de Jesús sí tenemos un modo peculiar de estar en el mundo. Y sí es legítimo querer aportar nuestra perspectiva cristiana al mundo. ¿Cómo hacerlo sin caer en el elitismo?

Quizá, como siempre, la respuesta esté en el Evangelio mismo, señal de que ya Jesús y las primeras comunidades se habían planteado este tema. Lo que hay que ser es levadura en la masa (Mt 13, 33).

En esta imagen perfecta está todo contemplado: la levadura no es la masa, no pierde su carácter, pero sin embargo existe para la masa, en la que se confunde, transformándola.

Mientras que el elitismo espiritual se fundaba en una mentira (creer que porque intentamos vivir el Evangelio somos mejores que otra gente), la asimilación acrítica es una opción mediocre fruto del miedo. Entre estos dos campos estériles serpentea nuestro camino: ser levadura.

La imagen aporta una reflexión importante sobre la naturaleza misma de las comunidades cristianas y de la Iglesia: pues si somos levadura no tenemos otro propósito que fermentar la masa. Nadie se come un plato de levadura. La levadura sólo tiene sentido mezclada con la masa. Una comunidad sin misión es inútil: la razón de ser de toda comunidad es fermentar el mundo a su alrededor y hacerlo sabroso. Tampoco nadie se come un plato de sal, siguiendo con las imágenes que usó Jesús. Y tampoco la luz (tercera de las metáforas con que Jesús compara a sus discípulos) tiene sentido “para sí”: la luz, en otras palabras, no se ilumina a ella misma, sino a lo que ya existe independientemente de ella, pero que en la oscuridad quedaba oculto. Las tres metáforas, pues, levadura, sal y luz, van en una idéntica línea: la vida de una comunidad cristiana sólo tiene sentido cuando transforma, ilumina, mejora las vidas de los demás y la realidad a su alrededor.

                                                                                 Martí Colom

jueves, 6 de junio de 2013


ESPACIO DE REFLEXIÓN

El engaño de la exclusión

En los evangelios nos encontramos una y otra vez con un Jesús que no rechaza a nadie y que, al contrario, se opone a toda exclusión. Con esta actitud, Jesús refleja el amor incluyente de su Padre. Pero hay algo más: quien excluye, quien decide que otro u otros “no son dignos” de su compañía, no sólo adopta una actitud opuesta a la de Jesús. Además, se está engañando a sí mismo. Porque detrás de la exclusión (“a ti no te quiero”) la mentalidad que hay es que uno no necesita al otro: “puedo prescindir de ti”. Y eso es, sencillamente, falso. Nos necesitamos todos. No podemos prescindir de nadie porque en cada persona brilla de una manera única y peculiar el espíritu de Dios. Quien usando su autoridad excluye a otro le hace un daño y se hace daño a sí mismo: se empobrece, al limitar su propia posibilidad de acceder ni que sea un poco más al misterio inagotable de Dios.

Dicho de otra manera: puesto que sólo podemos llegar a Dios a través de los demás, considerar a alguien indigno de mí y de los míos y apartarlo es una actitud no solamente soberbia, sino también irresponsable, pues con ella estoy empobreciendo mi propia realidad y mi posibilidad de relacionarme con Dios. La exclusión nace de la decisión arbitraria de que puedo (y hasta debo) prescindir de una persona o colectivo determinados porque “Dios no está en él o ellos”. Cuando lo cierto es que nada que me autoriza a llegar a tal premisa. La práctica de Jesús proclama justamente lo contrario: que Dios está en todo el mundo.

Todo eso puede parecer muy obvio. Y sin embargo no debe serlo, ya que siguen existiendo entre nosotros exclusiones de todo tipo. Todas se fundamentan en el error de pensar que hay personas prescindibles.

                                                                                       Martí Colom