ESPACIO DE REFLEXIÓN
Anunciar la paz, mostrando las heridas
En Juan 20, 19-20, Jesús se hace presente en medio de los discípulos, que estaban reunidos, y les desea paz, “y dicho esto” les muestra las manos y el costado. Hay una relación importante entre el deseo expresado de paz y el gesto de mostrar acto seguido sus heridas.
Porque compartir nuestras heridas con otros construye la paz. No lo hacemos más a menudo porque nos da vergüenza, y tenemos miedo de que nos tomen por personas débiles. Pero cuando al final el Espíritu nos empuja y compartimos nuestras heridas, la otra gente se dice: ¡Vaya! ¡Si eres igual que yo! ¡Y yo que me pensaba que yo era el único! Y eso crea tremenda unión, crea solidaridad, compañerismo… paz.
Cuando nos dejamos guiar por el Espíritu y comunicamos aspectos verdaderos de nuestro mundo interior, especialmente nuestras heridas, construimos la paz.
Esta sencilla reflexión sobre las personas puede aplicarse también a las instituciones. La Iglesia nace para anunciar la paz: pero a menudo lo quiere hacer a base de esconder sus propias heridas, sin comprender que también ella, cuanto más las muestre, cuanto más se muestre humilde y consciente de sus limitaciones, defectos y pecados, más estará evangelizando, más estará construyendo la paz.
Esta sencilla reflexión sobre las personas puede aplicarse también a las instituciones. La Iglesia nace para anunciar la paz: pero a menudo lo quiere hacer a base de esconder sus propias heridas, sin comprender que también ella, cuanto más las muestre, cuanto más se muestre humilde y consciente de sus limitaciones, defectos y pecados, más estará evangelizando, más estará construyendo la paz.
Martí Colom
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