Pinceladas sobre el perdón
Nuestra capacidad o incapacidad para perdonar a quienes nos ofenden nos define como personas, dibuja algunos de los rasgos más decisivos de nuestro mapa interior. Vemos lo siguiente:
Primero: el perdón era un tema que Jesús y las primeras comunidades consideraron importantísimo, pues aparece repetidamente en los evangelios.
Segundo: para Jesús el perdón no es un acto sino una actitud. La pregunta de Pedro (“‒¿Hay que perdonar hasta siete veces?”, de Mt 18, 21) es propia de quien piensa en el perdón como un gesto puntual, que se puede identificar y contar, y la respuesta de Jesús (no siete, sino setenta veces siete) indica que perdonar es un modo de ser en el mundo, es una actitud permanente de quien quiere construir el Reino de Dios.
Tercero: el que perdona, antes que nada, se hace un bien a sí mismo. Se libera de la carga de los resentimientos.
Cuarto: Por lo dicho en el punto anterior, vemos que la capacidad de perdonar tiene mucho que ver con la voluntad de las personas de liberarse de toda opresión.
Quinto: Perdonar es una forma más de vivir la pobreza liberadora propia de los cristianos. Nos desprendemos hasta de nuestros agravios –no queremos guardarnos para nosotros ni siquiera las heridas.
Cada uno de estos puntos, naturalmente, podría desarrollarse mucho más.
Segundo: para Jesús el perdón no es un acto sino una actitud. La pregunta de Pedro (“‒¿Hay que perdonar hasta siete veces?”, de Mt 18, 21) es propia de quien piensa en el perdón como un gesto puntual, que se puede identificar y contar, y la respuesta de Jesús (no siete, sino setenta veces siete) indica que perdonar es un modo de ser en el mundo, es una actitud permanente de quien quiere construir el Reino de Dios.
Tercero: el que perdona, antes que nada, se hace un bien a sí mismo. Se libera de la carga de los resentimientos.
Cuarto: Por lo dicho en el punto anterior, vemos que la capacidad de perdonar tiene mucho que ver con la voluntad de las personas de liberarse de toda opresión.
Quinto: Perdonar es una forma más de vivir la pobreza liberadora propia de los cristianos. Nos desprendemos hasta de nuestros agravios –no queremos guardarnos para nosotros ni siquiera las heridas.
Cada uno de estos puntos, naturalmente, podría desarrollarse mucho más.
Martí Colom
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