ESPACIO DE REFLEXIÓN
El Triduo de
Pascua, es decir, Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Pascua, constituye
un proceso que nos habla sobre la vida como fiesta (Jueves Santo), la vida entregada
(Viernes Santo) y la vida renovada (Domingo de Pascua). Casi todas las áreas de
nuestra vida se someten a este proceso básico. La naturaleza misma nos da un
buen ejemplo de este proceso, tal como
nos muestra la obra El Rey León con
la canción “El ciclo de la vida”. Vamos a tratar de describir brevemente cada
uno de los pasos.
Jueves Santo es
la fiesta de la Eucaristía, la cena de la fiesta Pascual, la fiesta, la alegría
espontánea, la danza... Jesús lavando los pies de sus discípulos y la traición
de Judas marcan la transición hacia el Viernes Santo, la pasión, el momento en
que la vida se da totalmente en la Cruz, abandono completo, vida entregada. El sufrimiento,
el dolor, la desesperación, todo
comprimido en un día fatídico y terrible. El proceso, sin embargo, continúa y
pasa al Domingo de Pascua, la Resurrección. La vida renovada, la vida con
significado, propósito y misión: La vida que da fruto. Esta vida con sentido finalmente
trae nueva vida, y con ella nuevas fiestas, nuevos jueves santos...
Cuanto más
conscientes seamos de estos tres aspectos de nuestra vida, mejor vamos a ser
capaces de discernir y ver nuestras experiencias y nuestros sentimientos de una
manera más objetiva y equilibrada. Hay ejemplos que podríamos utilizar de este viaje
de tres partes. Puede haber algunos mini-triduos pascuales en nuestras vidas: en
la vida académica (admisión, alegría del inicio/exámenes / graduación); en la experiencias
de trabajo (la alegría de ser contratado/el sufrimiento de las luchas y
dificultades laborales /paga, promoción, jubilación), la vida familiar (la alegría
del noviazgo, la boda, la luna de miel /
los momentos de dificultades familiares / tener hijos, ser abuelos). A veces,
puede haber sólo triduos internos o emocionales. Lo que parece muy cierto es
que la mayoría de los procesos en nuestras vidas, ya sea a corto o a largo
plazo, de un modo u otro, siguen estos tres pasos.
Las tres partes
del proceso se necesitan mutuamente y, de hecho, uno no puede sobrevivir sin
los otros dos. La vida no tendrá sentido sólo con jueves santo. El banquete, la
fiesta, es sin duda una dimensión esencial y necesaria de la vida, pero si uno
no tiene expectativas y proyectos por los cuales saber y poder sacrificarse se queda
vacío. En este sentido, podemos decir que la noción de una luna de miel eterna podría ser identificada como una
contradicción, puesto que la luna de miel toma su encanto de ser corta, y antes
de afrontar los retos de la vida. El Viernes Santo es el dolor y la muerte. Por
sí mismo, es pura negación de sentido, es absurdo. La Cruz no tiene sentido sin
la Resurrección. Es muy peligroso justificar el sufrimiento por el bien que pueda
producir, pero aun así, la visión de un resultado positivo hace que el
sufrimiento tenga sentido, sea digno y soportable. Por último, Domingo de
Pascua, la resurrección de la vida, cuando alcanzamos la felicidad, la energía,
y al ánimo, al ser capaces de encontrar sentido a quienes somos y lo que
hacemos, y así podemos reconocer que, a pesar de nuestras limitadas
capacidades, podemos ser una influencia positiva
para el mundo y para los que nos rodean. En resurrección, la vida se regenera,
las baterías se recargan, estamos en condiciones de volver a soñar, volver a
pensar, volver a empezar de nuevo.
Valoremos, pues, y
aceptemos todos y cada uno de los “jueves santos” de nuestras vidas, todos esos
momentos de paz, de risa, de alegría y de camaradería. Hagamos frente a nuestros
viernes santos con fuerza, con humildad y con la esperanza misteriosa de que
ese sufrimiento no es en vano. Y regocijémonos tanto en las pequeñas como en
las grandes resurrecciones de nuestra vida, en las que el amanecer finalmente llega
después de una larga noche, los momentos
en los que de nuevo, logramos poner un pie en el suelo después de la caída, y damos
este primer paso, con un sentido renovado de la humildad, y el propósito, listos
para celebrar de nuevo, sí, listos para una nueva fiesta, un nuevo banquete.
Esteban Redolad
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