LA CÁRCEL DEL 15
Es conocida simplemente como la Cárcel del 15 y no es
apodo, ese es su nombre: “Cárcel Pública del Km. 15”. El 15 no responde a algún
orden numérico del
sistema penitenciario de la República Dominicana. Es costumbre en esta zona convertir las
distancias en topónimos y da la coincidencia de que a 15 Km de Azua, se encuentra un pequeño núcleo de población que
ha sido bautizado con el nombre de Km 15.
En la misma área del Km. 15 se encuentra emplazada esta cárcel, conocida a
nivel nacional por sus paupérrimas condiciones.
El pasado
mes de febrero salió publicado en el periódico nacional HOY, de la República Dominicana, un breve artículo sobre ella. (http://hoy.com.do/carcel-del-15-de-azua-sigue-igual-hacinada-e-insegura/). Una
noticia a nivel nacional sobre la cárcel es en cierta medida como aquellas
ocasiones en las que vemos una noticia de algún suceso que pasa cerca de casa,
o sobre alguna persona que conocemos personalmente, y nos afecta profundamente.
Y es que la Cárcel del 15 es una puerta a un mundo paralelo. Un paso a un mundo
olvidado, descuidado, inhumano y denigrante. No se sabe muy bien para cuantas
personas fue diseñada la cárcel del 15. Unos dicen 100, otros 300. Se sabe que
un recuento rutinario de algún día de enero dio 619. Los reclusos no cuentan
con comedor alguno, ni platos, ni cubiertos, ni colchones, ni camas, ni ropa…a
no ser que algún familiar o amigo, o bienhechor, pueda proporcionárselos. Los
estrechos pasillos abarrotados de personas conforman una suerte de laberinto
esperpéntico, asfixiante, donde se mezclan los hedores de los baños con la
fritura que algún preso con recursos se cocina en un rincón. Sin puerta alguna, en una claustrofóbica celda
de unos 11 m2 duermen 17 personas, el icono más patente del hacinamiento en el
que viven los reclusos, la imagen más gráfica y dramática de lo que significa
la pérdida total de privacidad.
Defender los derechos humanos de los inocentes es un
ejercicio de solidaridad noble que reconoce las injusticias que se cometen
contra los más vulnerables. Defender los derechos humanos de los declarados
culpables es reconocer que lo que define esos derechos no es el carácter moral
de una persona sino sólo su humanidad. Reconocer los derechos de aquellos que
cometen las injusticias contra los inocentes es quizás el lado menos amable y
más difícil de los que modestamente
intentamos defender los Derechos Humanos. Quizás por eso nuestra capacidad de
defender el derecho de los injustos, de los “malos”, tendría que ser el rasero
por el que pasar nuestras conciencias cuando hablamos de solidaridad, justicia
y derechos universales.
Como ya hemos mencionado anteriormente en este blog, la
Cárcel del 15 cae en el territorio de la parroquia de La Sagrada Familia, y ya
desde hace muchos años es parte integral del trabajo pastoral y social que se
lleva a cabo en ésta. A través de los programas de educación de adultos, la
distribución de ropa y de comida, las visitas a los reclusos o las
celebraciones periódicas de la Eucaristía queremos ser un testimonio de esperanza
humilde pero real para los reclusos. Pero también queremos mediante estas
líneas denunciar el atropello sistemático de los derechos humanos que tiene
lugar en la Cárcel del 15 y de buen seguro en tantas otras cárceles del mundo. Se
hace difícil apuntar a los responsables con el dedo porque las causas son
complejas y escurridizas, responden a factores políticos, legales, sociales y
económicos. Estamos ante una realidad donde todos somos, en cierta medida,
responsables de esta situación. Pero la injusticia no queda justificada por ser
institucional o estructural: el silencio o la inacción delante de ella hace que
todos seamos causantes de ella. Donde hay
una persona, un ser humano, ya sea niño o anciano, hombre o mujer, rico o
pobre, con o sin discapacidades, conservador o progresista, nativo o
inmigrante, homosexual o heterosexual, religioso o ateo… y sí, también inocente
o culpable, hay una razón para la esperanza, y es precisamente por eso que tenemos
que defender sus derechos inalienables que tiene por el mero hecho de ser
persona.
Esteve Redolad
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