ESPACIO DE REFLEXIÓN
DE LAS CENIZAS A LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN
Javier Guativa
Estamos a poco tiempo de la Pascua. Ya se acerca el domingo de Ramos, la puerta de la Semana Santa. Al acercarnos
al final de la Cuaresma es bueno repasar lo que han significado estos días para
cada uno de nosotros y recordarnos que la Cuaresma no es un tiempo litúrgico
aislado, sino que está íntimamente ligado a la celebración de la Pascua de resurrección.
Todos sabemos que las grandes fiestas se preparan con tiempo, disponiendo nuestro
corazón para celebrarlas con alegría, y para llegar a la alegría festiva de la
Pascua también necesitamos prepararnos a través del descubrimiento y
crecimiento de uno mismo, con paciencia.
Para muchos la Cuaresma no es su tiempo preferido, quizá
porque desde la imposición de las cenizas, que nos recuerdan nuestra muerte,
hasta palabras como “sacrificio”, “disciplina” y “ayuno” que se repiten en las
lecturas, se nos sugiere que estamos en un tiempo centrado en el dolor, en
lugar de ver en él una oportunidad de
crecimiento. Muy pocas veces pensamos que
la Cuaresma es una segunda oportunidad anual que tenemos para ver si
nuestros valores y prioridades están en línea con los deseos de Dios para
nosotros.
Empezamos la Cuaresma con el Espíritu llevándonos al
desierto. Un lugar difícil en el que se nos invitaba a confrontar los miedos,
dudas, fracasos, decepciones, y desesperanzas
que a menudo existen en nuestras vidas. Algo que usualmente evitamos hacer. Una
buena Cuaresma, sin embargo, termina con una nueva comprensión de nosotros
mismos, una voluntad de cambiar y crecer.
Quisiera proponer tres áreas para meditar y para repasar
nuestras vivencias cuaresmales a la luz de la fiesta pascual que se aproxima.
1. Creadores de Paz.
A nadie le gusta sentirse vulnerable, herir a quien se ama, fallarle a
quien se fía de uno, saber que después de ciertos gestos, palabras, o acciones,
ya no hay marcha atrás y que ya hemos desencadenado ciclones.
Sin embargo, el camino de Cuaresma, que termina en
alegría, nos debería llevar a descubrir la lógica de la paz: dejar el rencor,
la venganza, el agravio y el reproche, y poner toda la disposición para sanar
las heridas y mantener los puentes tendidos.
2. Amor solidario. La vida y la felicidad están en
el amar, en el compadecerse, en el vivir con y para los demás. Un buen
crecimiento y cambio personal siempre nos lleva a ser cada vez más cercanos y
menos indiferentes a los demás. Por eso en esta Cuaresma hemos necesitado el
grito de los profetas que alzan su voz y nos despiertan. Nos recuerdan que las
necesidades de los demás también son nuestras necesidades: “Si
un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12,26).
El
amor solidario es calidad de vida, porque el prójimo no es para nosotros un
rival sino estímulo y complemento que nos lleva a abandonar posturas cómodas e
insolidarias.
3. Alegría. La
preparación de los días de Cuaresma termina con la alegría de saber a Jesús resucitado.
Si hemos vivido este periodo como un tiempo de privación en vez de enriquecimiento
nos será difícil experimentar la alegría pascual. Pero si por el contrario, hemos vivido la Cuaresma
con espíritu de querernos renovar, construir, vencer los egoísmos y desarrollar
nuestras mejores cualidades, entonces nos sentiremos alegres de lo que hemos
alcanzado, y deseosos de compartir esa alegría.
Sigamos avanzando en el camino cuaresmal para llegar
a la fiesta de Pascua más en paz, más solidarios y más alegres que cuando
empezamos.
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