ESPACIO DE REFLEXIÓN
Lo
realmente difícil no es que el cielo se abra
En
Juan 1, 51 Jesús le dice a Natanael: “—Veréis el cielo abierto y a los ángeles
de Dios subir y bajar por el Hombre”. Y a menudo nos parece que Jesús, anunciando
el cielo abierto, está describiendo un gran prodigio. Quizá habría que repensar
esta noción: el cielo ya está abierto, desde
el momento en que el Espíritu se posó encima de Jesús. Dios ya habló: Dios ya
manifestó su voluntad permanente de abrirse a nosotros, Dios está con la mano
permanentemente tendida hacia nosotros.
Lo
realmente difícil no es que el cielo se abra: es que nosotros nos abramos al cielo. Tan a menudo vivimos
encerrados en nuestros caparazones emocionales e ideológicos, tantas veces
vivimos largos años, vidas enteras, sin abrir puertas ni ventanas, sin ventilar
nuestro interior, sin dejar que salga y crezca y se expanda el espíritu que
tenemos dentro ni que el Espíritu de Jesús nos penetre… que al fin lo raro, lo
extraordinario, lo prodigioso, son aquellos momentos y aquellas personas que
realmente se abren a Dios.
El
cielo abierto, esperando nuestra disposición, ya lo tenemos. A cada uno le toca
responder a la invitación de abrirse, sin miedo, al cielo –a Dios, a su plan, a
su voluntad, a su fiesta.
Martí Colom
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