ESPACIO DE REFLEXIÓN
PASCUA 2015.
LAS MUJERES, LA ROCA, EL CAMINO
(Y UN FRASCO CON AROMAS)
Martí Colom
Camino del sepulcro, alumbradas por las primeras luces del alba del domingo, las tres mujeres se preguntaban quién haría rodar la enorme piedra que hacía de puerta a la tumba.
Y sin embargo,
seguían andando.
Llevaban un
frasco con aromas para embalsamar el cuerpo de Jesús. Sabían que entre ellas y el
difunto se levantaba una roca monumental.
Pero caminaban.
Hubiesen podido
quedarse en la ciudad, afligidas, resignadas, diciéndose sensatamente: «Sería
hermoso ungir su cuerpo, pero es inútil que vayamos: una piedra tremenda
obstruye el paso y nos impide llegar a él. Quedémonos aquí, lloremos». No lo
hicieron: clareó la aurora y salieron de la ciudad, camino al sepulcro. A pesar
de la piedra.
No eran ni más
listas ni más espiritualmente perspicaces que el resto de los discípulos. Todos
habían escuchado de labios de Jesús los anuncios de su resurrección, pero ellas
cargaban fragancias destinadas a un muerto. Más listas no, ni más santas: quizá
le amaban un poco más. Y quizá por eso andaban. Empujadas por un instinto
inarticulado, mezcla de cariño, de esperanza y de duda.
«¿Qué haremos
con la roca?»
Trepaban por el
sendero polvoriento sabiendo que iban hacia una losa descomunal que no podrían
mover, pero andaban.
Quizá es lo
único que podían hacer. Quietas en la ciudad se hubiesen muerto de pena. Tenían
más dudas que certezas, pero de algún modo entendieron que siempre es mejor
caminar entre dudas que optar de antemano por no dar el primer paso. La roca no
les mató el deseo.
Y porque fueron al sepulcro, vacilantes, a buscar a un muerto, pudieron ver la piedra corrida: y fueron las primeras en oír, de labios de aquel hombre joven, que el maestro vivía y vive. La Pascua de Jesús brotó en su corazón.
Y porque fueron al sepulcro, vacilantes, a buscar a un muerto, pudieron ver la piedra corrida: y fueron las primeras en oír, de labios de aquel hombre joven, que el maestro vivía y vive. La Pascua de Jesús brotó en su corazón.
Apuesto que
cuando se fueron, enamoradas de la vida, dejaron olvidado en el polvo el frasco
de aromas. Quizá quedó medio enterrado, inútil y absurdo, al pie de la
inmensa roca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario