jueves, 28 de febrero de 2013


ESPACIO DE REFLEXIÓN

Lo realmente difícil no es que el cielo se abra

En Juan 1, 51 Jesús le dice a Natanael: “—Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hombre”. Y a menudo nos parece que Jesús, anunciando el cielo abierto, está describiendo un gran prodigio. Quizá habría que repensar esta noción: el cielo ya está abierto, desde el momento en que el Espíritu se posó encima de Jesús. Dios ya habló: Dios ya manifestó su voluntad permanente de abrirse a nosotros, Dios está con la mano permanentemente tendida hacia nosotros.

Lo realmente difícil no es que el cielo se abra: es que nosotros nos abramos al cielo. Tan a menudo vivimos encerrados en nuestros caparazones emocionales e ideológicos, tantas veces vivimos largos años, vidas enteras, sin abrir puertas ni ventanas, sin ventilar nuestro interior, sin dejar que salga y crezca y se expanda el espíritu que tenemos dentro ni que el Espíritu de Jesús nos penetre… que al fin lo raro, lo extraordinario, lo prodigioso, son aquellos momentos y aquellas personas que realmente se abren a Dios.

El cielo abierto, esperando nuestra disposición, ya lo tenemos. A cada uno le toca responder a la invitación de abrirse, sin miedo, al cielo –a Dios, a su plan, a su voluntad, a su fiesta.

                                                                              Martí Colom

                                                                                                                                                                                                            

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