lunes, 25 de noviembre de 2013

LA CASA SAN JOSÉ EN EXPOIGLESIA COCHABAMBA (BOLIVIA)

El pasado 18 de octubre se llevó a cabo “ExpoIglesia”, una hermosa feria en la que el Arzobispado de Cochabamba daba a conocer las distintas obras sociales que realiza la Iglesia al servicio de la población cochabambina. La Casa San José también participó y mostró el trabajo que allí se realiza acogiendo a los niños y adolescentes, así como su proceso para la reinserción familiar.

Los niños, adolescentes y todo el equipo de Casa San José tuvieron la oportunidad de ofrecer a los visitantes el libro de cuentos “Pequeñas Historias Fascinantes” y los pinos y setas producidos en la zona montañosa de Totorapampa.


jueves, 21 de noviembre de 2013

A FONDO

Celestino V, Ramon Llull y el ejemplo de Blanquerna

A raíz de la inesperada renuncia de Benedicto XVI hace ya ocho meses, se habló mucho, lógicamente, de los precedentes históricos que tuvo esta “abdicación” papal. Aunque hubo quien describió tres renuncias previas a la sede romana (la de Joseph Ratzinger sería entonces la cuarta), esto no es exacto. Se menciona a Benedicto IX (1045), a Celestino V (1294) y a  Gregorio XII (1415). En realidad, sólo la de Celestino V puede considerarse una renuncia en toda regla. La única hasta la de 2013. Veamos muy brevemente por qué las otras dos no deberían presentarse propiamente como renuncias, para pasar luego al nudo de nuestro tema.

En cuanto a Benedicto IX, todo su papado fue caótico y conflictivo: elegido en 1032, pronto dio muestras de no entender las responsabilidades básicas que su cargo implicaba, y en 1044 fue expulsado por el pueblo de Roma en medio de grandes disturbios. Otro papa fue elegido (Silvestre III). Benedicto regresó a las pocas semanas y expulsó a su rival, pero finalmente, ante los rumores de que se iba a casar, y a cambio de una fuerte suma de dinero, cedió sus funciones a Juan Graciano, que sería elegido papa con el nombre de Gregorio VI (1045); ésta es su supuesta renuncia. De nuevo se arrepintió Benedicto de haber dejado el papado y trató de expulsar a Gregorio, sin conseguirlo: finalmente, en 1046, en el Concilio de Sutri, tanto Benedicto como Silvestre y Gregorio fueron destituidos, y un  nuevo papa fue elegido (Clemente II). Parece ser, además, que Benedicto nunca cesó, el resto de su vida, de luchar por reconquistar el papado.

jueves, 14 de noviembre de 2013

UNA SENTENCIA INJUSTA Y ABSURDA

Desde hace ya varias semanas diversas organizaciones civiles y algunos sectores de la Iglesia Católica en la República Dominicana han levantado la voz en defensa de los derechos fundamentales de todos los perjudicados por la sentencia número 168-13 del Tribunal Constitucional del país. La comunidad internacional también ha empezado a denunciar la flagrante injusticia de dicha sentencia, que amenaza con dejar a cerca de 200.000 personas sin identidad nacional. Es obvio que cada país es soberano para establecer sus leyes de inmigración y decidir a quienes les concede la nacionalidad o a quienes no; en lo que no se puede estar de acuerdo es que el Tribunal Constitucional dominicano, en esta sentencia, arrebata la nacionalidad a ciudadanos y ciudadanas dominicanos a la vez que viola la Constitución Dominicana vigente desde 2010.

Todo este conflicto comenzó en 2012 con el recurso de revisión constitucional presentado por la señora Juliana Dequis Pierre, de padres haitianos, pero nacida y afincada toda su vida en República Dominicana. El recurso se originó porque la Junta Central Electoral se negó a entregarle un acta original de nacimiento para tramitar su cédula de ciudadanía. La negativa se debía a que la Sra. Dequis tiene apellidos haitianos. Como resultado de dicho proceso el pasado 23 de septiembre de 2013 el Tribunal Constitucional falló en favor de la Junta Central Electoral y a la señora Juliana se le denegó el derecho al acta de nacimiento y con ello a su nacionalidad. En la misma sentencia el Tribunal abría la puerta a desnacionalizar a más de cuatro generaciones de dominicanos y dominicanas que están en la misma situación legal que la señora Juliana Dequis Pierre. Se deriva de la sentencia que el único delito que han cometido es ser de ascendencia haitiana.

En resumen: esta sentencia arrebata la nacionalidad a todas aquellas personas que durante ocho décadas (desde 1929) fueron registradas como dominicanas pero cuyos padres eran “migrantes irregulares”. Ello afecta directamente y sobre todo a miles de personas de ascendencia haitiana que hasta ahora estaban al amparo de la Constitución y de las leyes vigentes en el momento de su nacimiento y ratificada en el artículo 18.2 de la actual Constitución (de 2010). Se calcula que cerca de 200.000 dominicanos de origen haitiano quedarán afectados por esta ley. En el caso de que se aplique, perderán su nacionalidad y se convertirán en apátridas, la mayoría de ellos de manera retroactiva por el supuesto delito de sus padres o abuelos, que llegaron y vivieron en el país de forma “irregular”. 

Esta polémica sentencia, además, decide ignorar algo obvio: que la inmigración haitiana en la República Dominicana es (como todos los fenómenos migratorios) un proceso complejo, propiciado por causas económicas, en el que las dos partes (el país que envía y el que recibe los inmigrantes) obtienen beneficios. El inmigrante busca salir de la pobreza, y quien lo recibe obtiene mano de obra barata para su economía nacional. Penalizar a hijos y nietos de inmigrantes irregulares haitianos, negándoles la nacionalidad, después de que sus padres y abuelos fueran traídos mediante contratos bilaterales entre los dos gobiernos, y se establecieran y trabajaran en durísimas condiciones en la República Dominicana, es, en pocas palabras, un ejercicio de cinismo.

Por otra parte, la sentencia debilita el estado de derecho del país y, con ello, incrementa la vulnerabilidad de los más pobres, al violar los principios de favorabilidad y no retroactividad de la ley, establecidos en la Constitución Dominicana de 2010 en los artículos 74.4 y 110 respectivamente. Los afectados por la sentencia son hombres, mujeres y niños que consideran la República Dominicana como su única patria, pues no conocen otro país ni otra cultura, ni otra lengua, son 100% dominicanos y sin embargo, ahora se les niega dicha nacionalidad.

La sentencia no sólo perjudica a miles de dominicanos y dominicanas sino que alienta en el resto de la población el anti-haitianismo (de hondas y complejas raíces históricas y sociales) que siempre ha estado latente pero que ahora se hace explícito, creando, por ende, más malestar y conflictos sociales. Sectores autodenominados “nacionalistas” han salido a las calles a respaldar la sentencia del Tribunal Constitucional y a negar la injusticia que dicha sentencia supone. Si fueran realmente nacionalistas defenderían el derecho a la nacionalidad de todos aquellos dominicanos y dominicanas afectados por la sentencia. Una vez más se ve que en el trasfondo de la cuestión está el resentimiento hacia el pueblo haitiano y su descendencia en República Dominicana.

En estos momentos el país está dividido entre los que aplauden la sentencia y los que la desautorizan. Las encuestas muestran que más o menos la mitad de los dominicanos apoya la sentencia y la otra mitad la rechaza. También hay quienes están de acuerdo con la sentencia pero no con su carácter retroactivo hasta 1929. Esta división, aparte de generar malestar social, perjudica las relaciones entre los dos países y afecta negativamente a la economía binacional. Los afectados por la sentencia 168-13 carecerán de documentos legales para estudiar, trabajar, registrar a sus hijos o acceder a cualquier servicio básico público. Es una situación crítica a la que un estado democrático del siglo XXI debe saber encontrar soluciones que pasen por respetar los derechos humanos de todos los que viven y trabajan en su suelo. El camino que les queda a los afectados es luchar para que se respeten sus derechos fundamentales, haciendo oír su grito de angustia a la comunidad internacional, esperando que el mundo se solidarice con ellos. Y para los que trabajamos con ellos, el camino es acompañarles en esta lucha por el respeto de sus derechos fundamentales y ayudarles a hacerse oír.   

Juan Manuel Camacho

lunes, 11 de noviembre de 2013

ÚLTIMA CHARLA DE LA SERIE SOBRE EL CONCILIO VATICANO II EN RACINE (WI), EE.UU.

El lunes 28 de octubre, el P. Pere Cané, presidente de la Comunidad de San Pablo, dio la cuarta y última charla sobre el Concilio Vaticano II auspiciada por la Comunidad de San Pablo y la Parroquia Sacred Heart de Racine. La ponencia, titulada “La Iglesia en que creemos: entender nuestra profesión de fe a la luz del Concilio Vaticano II”, comenzó con una contextualización del Concilio y sus documentos para después pasar a la comprensión de Iglesia que nos ofreció el Vaticano II: una, santa, católica y apostólica. La charla, a la que asistieron unas 70 personas, fue seguida por un animado debate. Agradecemos a los ponentes y a los voluntarios de la Parroquia Sacred Heart su colaboración en esta serie de charlas y también, desde estas líneas, damos las gracias a todos los que asistieron a las conferencias.



jueves, 7 de noviembre de 2013

ESPACIO DE REFLEXIÓN

El arte de sintonizar

Parte de los muchos problemas inherentes a la convivencia humana es la dificultad que a veces tenemos las personas para sintonizar nuestras emociones y estados de ánimo unos con los otros. A veces un gran acontecimiento y otros una concatenación de circunstancias muy simples e irrelevantes puede hacer nuestro día brillante. Y precisamente ese día no entendemos cómo la persona que tenemos al lado parece no apreciar el momento, incapaz de dibujar una sonrisa. Puede ser altamente irritante. Por supuesto también puede ocurrir lo contrario. Aquellas veces cuando nada parece ir bien e incomprensiblemente la gente que nos rodea parece estar pasándola de maravilla en su ignorancia, y sonriendo por las cosas más estúpidas. Eso también es irritante. Lo cierto es que es difícil lograr estar en sintonía con los estados de ánimo de otras personas. Primero, porque estamos profundamente convencidos, y con razón, de que nuestro estado de ánimo, la forma como me siento en este momento, es tan única e intrínsecamente mi prerrogativa que nadie tiene derecho a hacerme sentir algo distinto. En segundo lugar porque los estados de ánimo son muy reales, y no es tan fácil cambiar o modificarlos a voluntad. Es difícil pero no imposible.

Quizás una de las características que todos deberíamos intentar practicar más es la empatía. Aun siendo difícil, todos tenemos la capacidad de adaptarnos al estado de ánimo de los demás. Estamos dotados de la capacidad de ir más allá de nuestros propios estados de ánimo. Empatía es la actitud en la que dejamos que otros sean, por lo menos temporalmente, nuestro centro de referencia. A través de la empatía les permitimos que ocupen nuestro espacio emocional para su propio desahogo, consuelo y satisfacción. Que nadie se llame a engaño, es más difícil de lo que podemos imaginar. Imaginemos que alguien llorase la pérdida de un ser querido. No haríamos a esta persona ningún favor si empezamos, con el pretexto de ser empático, a explicar nuestras propias experiencias de pérdida. Lo mismo ocurriría, en positivo, cuando alguien que viene a nosotros muy contento para compartir las aventuras de un viaje reciente. Por supuesto que queremos ser parte de la conversación de una manera significativa, pero no mostraríamos ninguna empatía si empezamos a fanfarronear acerca de nuestras propias experiencias de viaje, tal vez a países más exóticos y aventuras más riesgosas. Empatía es dejarnos conquistar emocionalmente por los demás. Y sí, tiene que ser temporal. No sólo es difícil sino también muy agotador, muy desgastante. Todos necesitamos empatía de otros. Todos tenemos que ocupar espacios de otras personas, esta es la forma por la cual nos sentimos amados y queridos. En un grupo donde todos den sus espacios a la empatía, la necesidad de cada individuo de comprensión, compasión, de una voz amable y de un hombro reconfortante, se satisface sobreabundantemente. Es una tarea muy difícil, el mundo de las relaciones humanas es extremadamente complejo, pero cuanto más trabajemos en este intercambio, en esta red de empatía, más viviremos en el Reino de los Cielos.

Una nota final. Como sucede con el llanto o la risa, los estados de ánimo a menudo son contagiosos. La siguiente frase es injustamente dramática pero muy clara: “una manzana podrida estropea todo el montón”. A todos nos toca transformar esta imagen. Quizás en algo así: “una sonrisa fácil, un corazón cálido, una mirada gentil, una palabra amable, un gesto empático, puede difundirse y multiplicarse de manera sorprendente, inesperada y extraordinaria”.

                                                                               Esteve Redolad