ESPACIO DE REFLEXIÓN
LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Javier Guativa
La fiesta de la Epifanía es fiesta de luz: “¡Levántate, brilla,
Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!” (Is 60,1).
Con estas palabras del profeta Isaías, la Iglesia presenta el contenido de la
fiesta.
Mateo es el único evangelista que nos cuenta el
episodio de los magos que llegan a ver al recién nacido. Su relato de los “magos” tiene como objetivo mostrar que Jesús es, en
efecto, el Mesías prometido, pues en Él se cumple cuanto los profetas
anunciaron sobre los gentiles peregrinando a Jerusalén (Is 60,6; Sal 72, 10+),
y así hacer ver que Dios ha traspasado su bendición y los privilegios del
Israel histórico a la Iglesia, mayoritariamente gentil. Es en este contexto que
Mateo escribió el relato de los magos.
Aprovechemos el
episodio de Mateo que leemos en esta fiesta para ver cómo podemos llevar a la
práctica estas palabras en nuestro día a día, para que esta fiesta de la luz
ilumine nuestro caminar, al igual que iluminó el camino de los magos desde
oriente hasta Belén.
“Entonces, unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén” (Mt 2,1b).
Para captar la manifestación de Dios en nuestras
vidas hay que empezar por salir de donde estamos. Dios se manifiesta en nuestra
vida, pero depende de nosotros ponernos en camino.
Sería bueno preguntarnos ¿Cuál es el “viaje” que
tenemos que hacer nosotros? ¿De dónde tenemos que salir? ¿Cuáles son las
posturas que tenemos cambiar?
Dios se quiere manifestar, quiere iluminar nuestras
vidas, nuestro camino, pero es difícil que lo haga si nosotros no cooperamos,
si seguimos anclados en el mismo lugar, defendiendo que lo nuestro sí que vale
y que nuestras opiniones son las únicas válidas.
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto
salir su estrella y venimos a adorarlo.” (Mt 2,2).
La “manifestación” de
Dios es silenciosa: ¡una estrella! Hermosa y a la vez lejana. No esperemos algo espectacular, porque si lo hacemos estaremos yendo por el camino equivocado. Los
sabios de Oriente podrían haber ignorado aquel signo y haber continuado con sus
vidas cotidianas.
A lo largo de nuestras
vidas Dios ilumina nuestro camino con luces que nos permiten entrever el
sendero, pero tenemos que estar atentos, vigilantes. La manifestación de Dios no
trae grandes pancartas. Cuando nos parece que Dios calla, hay que saber que Él habla
un distinto lenguaje y no con palabras humanas.
Nos tenemos que dejar conducir por la luz contagiosa del Señor y por
otras personas que se presentan en nuestro caminar; entender la vida como una
“aventura” de riesgo aceptando los retos y desafíos de un futuro marcado por la
ilusión y la esperanza que nos guía a Belén, al encuentro gozoso.
“Entonces Herodes llamó en secreto a los magos (…) Ellos, después de
oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto
salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el
niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría” (Mt 2,7a; 2,9).
Los magos son un buen
ejemplo de cómo superar las noches de oscuridad que tenemos en nuestro caminar
de fe. Los magos intuyen que al entrar al palacio de Herodes, signo de poder y
de riqueza, la estrella ha desaparecido.
Lo único que encuentran
los magos en el palacio son los celos de Herodes que teme perder su poder. Al
igual que Herodes, nosotros también podemos caer en la tentación de brillar, de
aferrarnos a los pequeños “reinos” que tenemos y no querer servir. Cuando lo
hacemos la vida se hace amarga y la amargura repercute en los demás porque no
se tiene paz.
Los magos intuyen que
Herodes, nuevo Faraón, los quiere hacer esclavos suyos. Reemprendiendo el
camino de silencio y humilde que habían empezado se alejan de la tentación y la
estrella vuelve a brillar, superan la oscuridad y se llenan de alegría.
“Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a
Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino” (Mt 2,12b).
De la manifestación de
Dios a todos los hombres, cuando se ha participado en ella de verdad, se sale
por otros caminos. Ya no podemos vivir como antes. Hemos de tomar el camino del
amor y de la fidelidad, del sacrificio y de la abnegación, de la alegría del
trabajo de cada día bien hecho, de la paciencia en las contradicciones y de la
afabilidad en el trato con los demás. El camino que nos lleva a regresar como
nuevas estrellas de Belén para los demás.
Los primeros cristianos,
al leer el episodio de los magos, entendieron muy bien que la salvación, que
era Jesús, iba a ser salvación para todos los seres humanos. Sintamos hoy cerca
a los magos, sabios compañeros de camino, que nos animan a levantar los ojos y ver
las estrellas que siguen iluminando nuestro sendero.
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