ESPACIO DE REFLEXIÓN
LA GEOGRAFÍA DE LA
CUARESMA
Esteve Redolad
“Darle
prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios.
El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una
cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de
privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e
involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que
fructifiquen en importantes acontecimientos históricos...” (EG 223)
El
Papa Francisco ha hablado en varias ocasiones de la primacía del tiempo sobre
el espacio. El tiempo es dinámico, es cambio. El espacio, en cambio, es
estático, estancado y permanente. El tiempo denota siempre un proceso
optimista, mientras que el espacio simboliza inmovilismo, y puede adquirir un
tono más pesimista.
Para
los que hemos crecido en la tradición clásica de la física euclidea-newtoniana no
deja de ser interesante y a la vez difícil asumir esta asimetría que expone el santo
padre entre el tiempo y el espacio, pero la vamos a aprovechar para esta reflexión
cuaresmal.
Con
el miércoles de ceniza se inaugura el tiempo de cuaresma, cuarenta días de
preparación que nos llevarán a la Semana Santa, culminando en la fiesta de la
Resurrección. La cuaresma es un tiempo relacionado con la abstinencia, el
ayuno, la conversión, el sacrificio y la penitencia. Un tiempo sobrio, casi
sombrío. Cuarenta días de preparación para cincuenta días de celebración
pascual.
La
cuaresma, como tiempo litúrgico y como tiempo vital, apunta al cambio, a la
superación: del ayuno a la solidaridad, de la penitencia a la generosidad, del
sacrificio al beneficio, de la Pasión a la Resurrección. Es la cuaresma de
quien se sacrifica por un bien mayor, es la cuaresma de la superación, de la
lucha por el desarrollo. El tiempo de cuaresma se reconoce como mera
preposición, no como la última palabra.
Pero
no solo hay un tiempo de cuaresma, también hay el espacio de cuaresma, un
espacio donde se vive, y donde existe la cuaresma, la geografía de la cuaresma.
La
cuaresma del espacio es mucho más cruel, más pesada que el tiempo de cuaresma. Es
la cuaresma que podemos señalar en un mapa, el espacio geográfico de los países
pobres, o resiguiendo las calles que delimitan los barrios más pobres de una
ciudad. Es el ayuno involuntario, cruel e ignorado de los refugiados, el
sufrimiento de millones de niños, de ancianos, mujeres e inmigrantes causado
por el egoísmo, la insolidaridad y la injusticia que no solo tolera, sino que
acepta y aún le conviene, que la necesidad conviva al lado del despilfarro y la
miseria al lado de la ostentación. Dos espacios separados por finas pero muy bien
definidas fronteras que separan dos mundos. Es una cuaresma que no va a ninguna
parte. No se mueve, y solo de muy lejos ve la resurrección. Es la cuaresma de
la pobreza sistemática, necesaria para el sistema del bienestar, porque éste se
aguanta gracias a aquella.
Pero
la primacía del tiempo no es solo filosófica sino también práctica. A pesar de
lo pesadas que son las cuaresmas del espacio, tampoco ellas tienen la última
palabra. Porque las cuaresmas del tiempo son las que invaden el corazón y el
ánimo, y éstas siempre pueden cargar a aquellas.
Sabemos
que la cuaresma del tiempo, esta cuaresma que empezamos a celebrar, irá conquistando
despacio pero decididamente, la cuaresma del espacio que tiene atrapada a
tantas personas. Depende de cada uno de nosotros.
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