jueves, 13 de febrero de 2014

ESPACIO DE REFLEXIÓN

SOBRE LOS USOS DE LA HISTORIA

El historiador Marc Bloch escribió, citando un proverbio árabe, que «los hombres son más hijos de su tiempo que de sus padres»[1]. Una consecuencia importante de este diagnóstico es que las personas tenemos más en común con nuestros contemporáneos de otras culturas (con quienes compartimos la época, el “tiempo”) que con nuestros propios antepasados, que participaban de unas sensibilidades y contextos culturales que hoy nos son ajenos. Si esto siempre ha sido cierto, todavía lo debe ser más en el presente, cuando la comunicación entre los que compartimos la misma época ha alcanzado niveles previamente desconocidos. 

Quizá por eso sorprende, y es natural que sorprenda, el uso que a veces hacemos de la historia, dando por sentada la evidencia y prioridad de nuestro vínculo con generaciones pasadas. Sorprende que tan a menudo el discurso de muchos políticos gire alrededor de nuestra vinculación con aquellos que nos precedieron –y se afirma sin mucho titubeo que los logros y fracasos de los que vivieron en nuestras tierras hace cientos de años son nuestros logros y fracasos. El resultado es que muchas veces vivimos en tensión y conflicto con nuestros contemporáneos por culpa de las opciones, desmanes, crueldades y abusos de gente que vivieron hace siglos en sociedades que ya no existen, en contextos culturales que no tienen nada que ver con el nuestro.

No se trata de negar la evidente conexión con nuestros padres y abuelos, con nuestros bisabuelos… pero si nos alejamos más allá y vamos cuatro, cinco o diez generaciones atrás, tendremos que reconocer que los que entonces (hace dos, tres, cuatro o diez siglos) ocuparon la geografía donde hemos nacido e incluso llevaron nuestro mismo apellido son, en realidad, perfectos desconocidos. Y que dos contemporáneos vivan enfrentados por las opciones de sus ancestros es, a fin de cuentas, absurdo.

Es muy hermoso conocer la historia y amar la propia tradición cultural, pero es peligroso querer buscar en hechos remotos (nacidos de otras circunstancias y sensibilidades) la justificación o razón última para mis actos presentes.

                                                               Martí Colom
                                       



[1] Marc Bloch, Introducción a la historia (Fondo de Cultura Económica, México/Madrid/Buenos Aires, 1952) p. 32.

1 comentario:

  1. "...es peligroso querer buscar en hechos remotos (...) la justificación o razón última para mis actos presentes." ¡Vivamos nuestro hoy!

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