viernes, 19 de septiembre de 2014

A FONDO

LA INVERSIÓN DEL GOBIERNO DOMINICANO EN EDUCACIÓN: UN PROCESO QUE DEBE CONTINUAR

Hace un par de años una persona que visitaba el país me comentaba que veía a la República Dominicana muy desarrollada en comparación a como estaba hace veinte años. La cantidad de vehículos, edificios, puentes y elevados ha aumentado de una manera sorprendente en los últimos años, lo cual es positivo y muestra que hasta cierto punto, y en algunas áreas más que otras, el país ha ido creciendo y desarrollándose.

Los gobernantes que hemos tenido en estos años han puesto muchos esfuerzos en conectar el país, en construir infraestructuras que  mejoren las vías de transporte terrestre y han apostado hasta por construir un metro que agiliza el desplazamiento en la ciudad de Santo Domingo, capital del país. Tanto así que actualmente ya contamos con dos líneas que conectan la ciudad capital de norte a sur, este a oeste, pasando por sus principales avenidas. El plan ideal es lograr comunicar toda la ciudad de Santo Domingo, incluso con la provincia de Santiago de los Caballeros al Norte del país.

Este impulso en la construcción de infraestructuras ahora se está dando en el sector educativo. Cada semana vemos en los periódicos la inauguración de una escuela o liceo de educación secundaria en algún municipio del país, donde asisten sus autoridades, el presidente de la República y los Ministros de Obras Públicas y el de Educación. Cabe mencionar la buena publicidad que está recibiendo el gobierno dominicano como consecuencia de esto.

Aunque estudié publicidad, provengo de una familia de formadores: mis padres, cuatro de mis tías y mi abuelo son maestros: haber crecido en ese ambiente me ha llevado a tener un interés especial hacia todo lo relacionado a educación.

Hace alrededor de un año la sociedad civil, en conjunto con varias asociaciones civiles y religiosas, y en especial con el apoyo de algunos sacerdotes jesuitas, estuvieron realizando protestas a lo largo y ancho del país para reclamar que el gobierno central destinara el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación. Hasta entonces sólo se destinaba a ese fin el 2,2% del PIB aproximadamente.

Después de muchas marchas, huelgas y presión a través de los medios de comunicación se logró que el gobierno por fin pusiera en ejecución la meta de destinar el 4% a la educación, que de hecho era una medida que había sido aprobada desde hacía varios años por el Congreso Nacional y nunca se había implementado. Además, otra de las grandes decisiones tomadas por nuestro actual presidente, el Sr. Danilo Medina, y que sin duda marcarán una nueva era en nuestro sistema educativo, es la ejecución de lo que todos llaman “tanda o jornada extendida”, que consiste en que nuestros niños y jóvenes reciban en todas las escuelas públicas del país clases de 8 de la mañana a 4 de la tarde, tal y como funciona en la mayoría de los países. Hasta ahora sólo se impartían clases de 8 de la mañana a 12 del mediodía a un grupo de estudiantes,  y a otro distinto de 2 a 5 de la tarde, recibiendo los niños y jóvenes poquísimas horas lectivas. Este sistema se está implementando lentamente, pero se espera que dentro de un par de años todos los centros educativos lo hayan adoptado.

Sin lugar a dudas, la tanda extendida, más la ejecución del 4%, fueron los motivos que impulsaron la construcción de más escuelas y liceos de secundaria en el país, ya que con el nuevo horario las aulas existentes no alcanzaban para todos los estudiantes.

Volviendo con el relato de nuestro visitante, después de unos cuantos días de estar aquí, en los que él me hablaba del desarrollo notorio que ha habido en el país, un día se interesó por el tema de la educación, por la calidad de la misma. A muchos les sorprende positivamente la inversión que se está haciendo construyendo nuevos centros, y dan por supuesto que mejoras de centros es igual a mejora en el sistema de enseñanza. Y la pregunta de fondo viene a ser esta: ¿realmente se está invirtiendo en educación? Y no nos referimos a la cantidad de centros que ahora tenemos y a los que en el futuro tendremos, que en efecto es algo muy importante, sino a la preparación de los maestros, a la revisión de los libros, a los contenidos que se imparten, a los métodos de enseñanza-aprendizaje que se utilizan, a los esfuerzos que hacen las autoridades del Estado por transmitir a la gente que no es ningún mito que la Educación sea la base sobre la cual los pueblos se desarrollen, y que es real que los países con mejores condiciones de vida son los que más invierten en la educación de sus ciudadanos.

Hace un par de meses tuve la oportunidad de ejercer durante una semana como profesora sustituta de mi madre a los grados de secundaria de la Escuela Nocturna de Sabana Yegua, en la provincia de Azua, el pueblo donde vivo. Supuestamente la escuela nocturna está destinada a adultos que estudian por las noches (de 6:00 p.m. a 9:00 p.m.) porque son padres y madres y trabajan durante el día. Pues bien, era impresionante ver el poco interés que tienen los adultos jóvenes en prepararse, pero más impresionante todavía era ver las aulas de lo que se suponía que era una escuela para adultos llenas de adolescentes que decidieron inscribirse en ese horario para así no tener que estudiar de 8 de la mañana a 4 de la tarde como les correspondería. Asimismo, era casi vergonzoso ver la poca preparación con la que cuentan la mayoría de los maestros, y lo más triste de todo: el conformismo con el que todos aceptan esta situación tan irregular. Cuando lo vi, el primer sentimiento que me invadió fue tan gris que francamente pensé: “¡Apaga y vámonos!”

Esta experiencia me ayudó a comprender que la solución a la problemática de la educación no es tan simple como construir edificios nuevos, comprar libros y emplear a más personal (en este último caso eso crea más dificultades que las que resuelve, si los nuevos profesores no están debidamente preparados). No es posible que cualquier persona, sin importar si tiene las cualidades o la preparación justa, pueda ser maestra; no es posible que los padres manden a sus hijos a la escuela sólo porque así mantendrán el subsidio mensual del gobierno de 850 pesos base más un bono de 300 pesos por hijo para la comida del mes, motivo que más que alarmante es indignante y que promueve el paternalismo que desde los tiempos del Dr. Joaquín Balaguer tanto daño ha hecho al pueblo dominicano; no es posible que el sueldo de un profesor no alcance ni siquiera para que él pueda brindarle una carrera a sus hijos.

El problema de la educación en este país es muy complejo: a medida que quitas capas de dificultades te encuentras con otras, y para alcanzar soluciones verdaderas hay que llegar hasta el corazón del mismo, que es la conciencia de todos y todas las dominicanas. Es un problema a escalas, de principios, que va desde lo económico hasta lo social.

La falta de preparación del profesorado es en el fondo un problema económico. Muchas personas se matriculan en la carrera de magisterio porque ahí ven una oportunidad para cobrar un sueldo más o menos decente para toda la vida, sin importar si tienen las cualidades que debe tener un maestro, como comenté anteriormente. Además, el hecho de que un profesor en toda su vida nunca sea despedido a menos que cometa una falta gravísima no alienta a que éstos se preocupen en prepararse cada vez más por brindar mejor educación a sus alumnos.

Es una pena que una de las patas que componen la mesa del bienestar y el desarrollo de un país esté coja por la falta de compromiso de los responsables de dirigirlo. Y más aún, es una lástima que las razones profundas a este problema vengan dadas por la falta de recursos y la miseria que enfrenta la República Dominicana a pesar de todos los centros educativos, puentes, elevados, líneas de metro y carreteras que nuestro Ministerio de Obras Públicas ejecuta cada día.

Me parece, en resumen, que la buena reputación de la que hoy goza el país por estar “invirtiendo” en educación está basada en medias verdades. Lo cierto es que la decisión tomada por nuestro presidente en la ejecución de la tanda extendida es y será un gran avance, pero de ahí a que nos digan que se está invirtiendo en educación porque cada semana se abre un centro educativo nuevo, cuando allí tendremos profesores sin capacitación, es una falsedad de la que todos debemos ser conscientes.

Con esta reflexión no pretendo negar en absoluto las buenas intenciones que tiene nuestro actual presidente en que el país se desarrolle incentivando principalmente su sistema educativo. Muestra de ello es la aprobación del 4% del PIB. Incluso me atrevo a decir que la mayoría de los dominicanos por fin hemos vuelto a tener la esperanza de que dentro de unos años viviremos en un país donde la palabra educación nunca más irá acompañada de calificativos negativos. Simplemente me doy cuenta de que para llegar a esto todavía nos queda un largo camino.

Libanesa Valdez

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