jueves, 3 de octubre de 2013

ESPACIO DE REFLEXIÓN

“Venid y lo veréis”

La invitación de Jesús a los que, intrigados, le preguntan dónde vive, “venid y lo veréis” (Jn 1,38-39), indica en primer lugar que el Evangelio no se puede explicar como si fuera una teoría: hay que experimentarlo, hay que verlo. Ahora bien, esta invitación tiene otro aspecto que merece ser meditado: si le decimos a alguien que venga para ver, que venga y vea, debemos tener algo que mostrar. No sea que quien se decida a venir llegue y encuentre una casa desangelada, una comunidad sin alegría, un envoltorio sin nada dentro, una Iglesia sin espíritu.

Los cristianos no podemos quejarnos de que nuestras iglesias están vacías sin hacernos a la vez una pregunta auto-crítica: aquellos que de vez en cuando deciden asomarse a nuestras comunidades, aquellos que, en una palabra, “vienen”… ¿“ven” entonces algo atractivo, algo que les interpele?

No tenemos mucho derecho a lamentar la indiferencia de muchos hacia la fe si cuando se animan a visitarnos no descubren en nosotros nada que les hable al corazón. De nuevo: si invitamos a alguien a venir y a ver, debemos tener algo que mostrar. 
                                                                                       Martí Colom


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